lunes, 20 de septiembre de 2010

La mutación de Quaderns: cuando el tamaño importa

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Equipo editorial Medio Informativo

HACE UNOS POCOS NÚMEROS, sucedió algo con la revista especializada Quaderns que puede traducirse en dos lecciones editoriales.
     Venezuela es un mercado hemerográfico curioso: consiente a los lectores de National Geographic y Hola! y dificulta coleccionar publicaciones especializadas, como la referencial Quaderns. Esta dinámica singular es la causa de aleatorios vacíos, baches coleccionables que permiten a ciertos sucesos editoriales pasar desapercibidos. Encontrar un número de Quaderns es una alegría capaz de diluir cosas tan significativas como una traición a su formato habitual, pero la carencia nos ha enseñado a preferir la alternativa feliz de ver todos los vasos medio-llenos.
     Sí, hace unos pocos números sucedió algo con Quaderns… “algo” que puede traducirse en dos lecciones editoriales, pero nos estamos dando cuenta ahora.

1. Asunto de formato. Quizás el lector no conoce la clásica Quaderns, así que un retrato hablado no está de más: se trata de una revista si se quiere grande, con 24 centímetros de ancho y 31 de alto, una fotografía o ilustración —siempre de interesante factura— que abarcaba portada y contraportada, más un tímido “Quaderns” escrito en una tipografía apenas itálica y con un imperceptible serif que la hacía amable y eficaz. Linda, ¿no? Así era, al menos hasta la edición 240.
     Las tres ediciones especiales que Quaderns muestra en su página web, que corresponden a los años 2004 y 2005, introdujeron un nuevo diseño de portada: aquel minimalista y tímido “Quaderns” de la portada se convirtió en un largo “Quaderns d’arquitectura i urbanisme”, escrito con una tipografía futurista y apocalíptica. El No. 241 fue la primera edición sencilla con la responsabilidad de re-educar el ojo. A esta radicalización —cambiarle a una revista la manera de ser nombrada por sus lectores es una decisión arriesgada— se le sumó un cambio en el tamaño a un área, que pasó a ser de 23 centímetros de ancho por 27 de alto y esto devino en un cambio de proporción que afectó algo que muchos diseñadores olvidan: la experiencia de lectura.

2. La rectificación (centímetros más, centímetros menos). Durante ocho números, la revista estuvo con este nuevo formato y bajo la responsabilidad de la terna formada por Lluís Ortega, Ramon Faura y Roger Adam. Aquel 24 x 31 que estuvo mientras el proyecto era conducido por Jorge Mestre, Ivan Bercedo, Ignacio Añoveros y Marc Valls se ausentó de los mostradores por una apuesta más cercana al cuadrado… más portátil. Ese 23 x 27, sin embargo, fue víctima de demasiados cambios: la estructura interna y la portada cambiaron demasiado, o al menos lo suficiente para borronear esos detalles editoriales que deben conservarse pensando en que a los compradores no se les debe inducir a un guayabo lector de buenas a primeras, sin dejarle algo al ojo para aferrarse. Por lo descrito en el manchón del No. 241, los encargados del rediseño fueron —no parece un asunto casual— el equipo gráfico de la empresa TRAUMA.
     Pasado el largo tiempo editorial de ocho ediciones, el No. 249 —otro tiraje especial— sirvió para volver a un formato más parecido al abandonado: 23 centímetros de ancho por 30,5 de alto. El “Quaderns” de la portada volvió a la mesura, con un ligero cambio tipográfico que mezcla ojos altos con astas en serif. Debajo del título devuelto, con una humildad subtitulante, vuelve a aparecer el “d’arquitectura i urbanisme”, pero ahora sin intenciones de apellidar a la revista.

3. Un par de lecciones. ¿Se retractó la revista? Quizás… ¿pero por qué esperar ocho números? La respuesta pone en evidencia un defecto menor y dos grandes virtudes. Es evidente que el cambio de tamaño no fue acertado y que el equipo editorial —siempre comandado por el Colegio de Arquitectos de Cataluña— supo acusar el golpe, pero la “vuelta en U” tuvo que esperar ocho ediciones: es evidente que la preproducción editorial de Quaderns es tan eficaz que el plazo menor para poder devolverse al gran formato fueron esos cuatro pares de ediciones. Sólo una nueva edición especial permitiría el retroceso. Por eso la otra virtud, antes que editorial, es más bien humana: se trata del “rectificar de sabios”, tan presente en la cultura popular y tan extraño en la industria editorial

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