lunes, 10 de mayo de 2010

Caracas Roadshow

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CUANDO VI POR PRIMERA VEZ las imágenes de la serie Roadshow, de Huber Blanz, tuve la impresión que eran fotos aéreas de Caracas. A través del collage digital, el artista (re)construye un paisaje urbano (¿imaginario?) no muy distante de nuestra realidad. Autopistas, calles, puentes y distribuidores se solapan unos sobre otros como escaleras de Escher en un juego óptico que nos insita a buscar rutas y conexiones lógicas.
    No hay árboles, no hay edificios, no hay habitantes, es un no-lugar, un paisaje para el auto, de topografías aéreas en acero y concreto, instantáneo y variable, sin memoria. ¿Es ésa la imagen de la ciudad del futuro? Las autopistas aéreas han sido, desde los futuristas norteamericanos de inicios del siglo XX, un símbolo de progreso y optimismo que aún hoy nos sigue sorprendiendo: enormes cintas de concreto que se entrelazan y cambian de dirección en el aire desafían la ley de la gravedad y retan nuestra comprensión espacial.
    Caracas es la ciudad del futuro de los años 50, sus distribuidores aparecen como grandes portales en el eje este-oeste. ¿Quién no se emociona cuando, al subir de La Guaira, es recibido por esa inmensa araña que parece flotar en el aire? Bajamos la velocidad, pues su altura y sus curvas intimidan y desorientan: no tiene sentido tratar de comprenderla. Puede que eso nos confunda, por eso lo mejor es dejarse llevar por su sinuosa silueta, pensada así y allí para anunciar una ciudad que todavía hoy puede jactarse y presumir de lo que queda de su modernidad.

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