lunes, 21 de junio de 2010

Premio Pritzker, contribución significativa y consistente a la estética

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LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA consume cualquier cosa que, debidamente, se haya declarado consumible, por ejemplo: el espectáculo de toda índole. La comunidad de arquitectos no escapa a esta realidad; padece cierto morbo consumidor sutil de revistas, imágenes y objetos, pero lastimosamente no gusta tanto de la crítica, reflexión y opinión, como si no necesitáramos ir más allá de lo evidente.
    Existen dudas sobre qué estamos consumiendo hoy en día y con qué pretextos. ¿Qué premió este año la medalla Pritzker, de bronce y acompañada de 100.000 dólares? No se puede poner en duda el talento y nivel de las interesantes obras de los arquitectos galardonados, K. Sejima y R. Nishizawa, de la firma SANAA: los aspectos predominantes de su arquitectura son el estilo minimalista, pero en especial sobresalta el agudo contraste y la complementariedad con los elementos del entorno. Resulta casi esquizofrénico lo detalladas que están sus piezas arquitectónicas, pese a la ausencia de detalles perceptibles y el manejo de los materiales que le dan a las obras una tectónica casi ficticia, similar a la hiperrealidad controlada que produce los renders. Estas características hacen que sus encargos sean poderosos y fácilmente reconocibles. ¿Pero dónde quedan reflejadas las necesidades y retos urgentes de la actualidad?, ¿cuáles son las contribuciones significativas y consistentes a la humanidad y al medio ambiente que supuestamente las hacen merecedoras de este premio, más allá de las consideraciones estéticas?
    Esta situación nos hace recordar a F. Jameson cuando señalaba la falta de profundidad de la nueva cultura de la imagen de la postmodernidad.

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