lunes, 21 de junio de 2010

Ave Fénix fallido: Galipán > Galipán

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DESTRUIR PARA HACER no es cosa nueva. La historia de la Arquitectura y la ciudad está llena de ejemplos conocidísimos y notables. Destruyó Haussmann y creo que el episodio histórico cancelado no se llora, ni tiene dolientes en Paris. Destruyó Villanueva, por aquí más cerca y en menor escala, una casa de Guinand Sandoz para hacer Caoma y huelga decir que no lo lamentamos.
    Lo que pasa es que los tiempos han cambiado y han surgido ideologías y sentidos de pertenencia distintos que han hecho aparecer mecanismos cada vez más serios y estrictos que obligan, además por ley en casi todo el mundo, a pensar y sopesar muy bien la decisión de sustituir un edificio por otro, máxime tratándose de uno bueno, relativamente sano y salvable.
    Cuando la decisión se toma, por las razones que sea, valederas o no, y se decide tal reemplazo, lo mínimo que debería suceder es que el usurpador iguale o supere a su antecesor. No basta ponerle el mismo nombre y negado jugar a las analogías formales con el difunto. Eso es retórica simple y oportunista.
    Hay que resarcir el daño y aprovechar la oportunidad que en el fondo este trae consigo, para levantar una arquitectura que encuentre en el lugar –entendido como clima, cultura y condición tropical en nuestro caso– y en el reto adicional que trae tan particular origen, las claves de su calidad.
    Todo edificio es objeto cultural, eso no está en duda. Reconocido colectivamente o no, es susceptible de engrosar la lista de bienes “patrimoniales” –como decimos ahora– si por alguna razón determinadas variables representadas en él son iluminadas y valoradas repentinamente por ciertas circunstancias culturales y elevadas por tanto a la categoría de preservables. Estamos lejos, por ahora, y creo que será muy difícil que suceda, de que el nuevo edificio Galipán de la avenida Francisco de Miranda, empaquetado en cuanto cliché de moda tecnológica hay, y erigido sobre el polvo y las cenizas del otro, el diáfano y elegante de los cincuenta, catalogue para ese reconocimiento.

Jardines Flotantes – SpaWellness / Studio Noach + Anne Holtrop

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LA CAPACIDAD DE REINVENCIÓN de nuestra relación con la naturaleza, como usuarios y como profesionales, se convierte actualmente en la principal motivación y fuente de inspiración para las nuevas propuestas y actuaciones en el complejo campo de la Arquitectura del Paisaje. Esta conexión con la naturaleza, por cierto, instintiva en todo ser humano, proviene y se mantiene gracias a nuestra capacidad de actuar inteligentemente sobre el territorio y sobre el paisaje.
    Las reflexiones arquitectónicas teóricas y practicas propuestas sobre este tema pasan por todos los autores y latitudes, desde el maravilloso Puerto de Yokohama, el primer edificio de relevancia construido por FOA como resultado de una victoria en el concurso convocado para la ocasión en 1994 y terminado para el mundial de fútbol 2002 en Japón, pasando por los extravagantes y no menos importantes muros vegetales de Patrick Blanc (Vertical Garden), que trasladan al plano vertical lo que siempre se creyó exclusividad del horizonte lógico y permanente, y llegan a lo que podría ser considerado como el principio del paisaje elemental con las propuestas de los jardines flotantes, recreados sobre superficies no tradicionales.
Dicha exploración pareciera no tener fin y se destaca con la propuesta de Los Jardines Flotantes de Holanda / SpaWellness Ámsterdam. Este proyecto resume exitosamente la complejidad que representa el compromiso de resolver con simplicidad pero al límite la conquista del paisaje, planteando estos Iceberg Verdes, sustentables y construidos con material reciclado: espectaculares ecosistemas aislados y super-utilizados, que permiten prolongar lo construido sobre el agua, pero no de manera invasora, colonizadora o destructiva, sino permitiendo equilibrar el uso de lo construido y sus afectaciones, ofreciendo lugares de permanencia y disposición utilitaria combinada con las garantías ambientales mínimas que permitan también contar con espacios de conservación natural, complejos y refinados proyectos equilibrados con vegetación y diversas topologías del paisaje. Estas propuestas, aún no construidas pero sí únicas, innovadoras y muchas veces controversiales, son las que se podrían convertir en un futuro no muy lejano en el verdadero legado del la Arquitectura del Paisaje.

Más y más parquecitos

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Estrategias de repetición y diferencia en la construcción del espacio público

EL PROGRAMA ESPACIOS PARA COMPARTIR, de la Alcaldía de Sucre, reúne a un conjunto interdisciplinario de jóvenes profesionales, así como estudiantes universitarios a través de programas de Servicio Comunitario. Dentro de este Programa, el pasado sábado 5 de junio de 2010 fue inaugurado el Parque Municipal “Las Semillitas”, ubicado en la Zona 1 del Barrio José Félix Ribas. Puede que ésta sea la más importante intervención hecha hasta el momento por esta iniciativa.
    El objetivo del programa es promover proyectos de espacio público de pequeña escala a través de las cinco parroquias de este populoso municipio metropolitano. Como estrategia general, el programa se plantea la reiteración de intervenciones con un lenguaje común; como estrategia específica, cada intervención se posiciona sobre el lugar generando respuestas propias e integradas. Es un accionar combinado de repetición y diferencia para la configuración de un territorio nuevo sobre lo preexistente.
    Aún cuando los números son desalentadores —doce intervenciones ejecutadas en el 2009 y otras dieciocho que esperan construir este año, en un municipio con más de 1.950 barrios y varias decenas de urbanizaciones—, el contraste de las encuestas luego de un año de gestión es curioso: los habitantes del municipio han empezado a incluir dentro de sus principales requerimientos (además de seguridad, agua, luz y vivienda) la construcción de más y más “parquecitos”. Este hecho deja para quienes participamos en el programa un importante aprendizaje: a veces no importa la cantidad de recursos, sino la estrategia de implementación. Y es allí donde los arquitectos tenemos mucho por decir, decidir y aportar.

Sí es arte y el escenario es la calle

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AUNQUE TAMBIÉN HA EXPUESTO su trabajo en museos y ha sido huésped invitado de Hollywood, Banksy —inglés, nacido en Bristol— es uno de los artistas anónimos urbanos (¿callejeros?) más famosos en la actualidad. Sus intervenciones de calle con la técnica del esténcil siempre han sido polémicas, aceptadas por muchos y rechazadas por otros. Banksy, seudónimo con el que se le conoce, ha logrado desarrollar un estilo característico —con sus propios modos— ha sido objeto infinito de copia y reproducción, pero con frecuencia sin respetar ni comprender el sentido original de la obra del artista.
    Banksy ha sido contundente. Desató un importante “movimiento” que convierte las calles en escenarios para el espectáculo grafitero, lleno de mensajes trasgresores e irreverentes, en su mayoría llenos de humor y política, que han alcanzado a convertirse en símbolo de contracultura. Es el caso de sus recientes intervenciones en Palestina, en la ciudad de Belén, publicadas por Sunday Times Magazine en su edición del 28 de abril de 2010.
    En Caracas, Banksy también ha marcado alguna huella: hay reportes de un grafiti en Chacao que parecía una auténtica “pintura” del artista, [la imagen de un joven intoxicado de información, devolviendo lo consumido] que fue repintado con motivos y temas revolucionarios “venezolanos”, con las correspondientes tendencias hacia lo kitsch tan propias de una estética vigente en nuestro país.
    En las primeras apariciones de Banksy con sus graffitis urbanos, entre 1992 y 1994, la ciudad fue percibida como un espacio experimental para las manifestaciones polémicas, llenas de actualidad y de denuncia, que hoy dan cabida a las interrogantes que cuestionen si estamos realmente frente a una creación artística, a un hecho vandálico o —como es el caso de las más recientes intervenciones— en espacios “disponibles” para promocionar su exposición en una galería de la ciudad de Nueva York.

Premio Pritzker, contribución significativa y consistente a la estética

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LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA consume cualquier cosa que, debidamente, se haya declarado consumible, por ejemplo: el espectáculo de toda índole. La comunidad de arquitectos no escapa a esta realidad; padece cierto morbo consumidor sutil de revistas, imágenes y objetos, pero lastimosamente no gusta tanto de la crítica, reflexión y opinión, como si no necesitáramos ir más allá de lo evidente.
    Existen dudas sobre qué estamos consumiendo hoy en día y con qué pretextos. ¿Qué premió este año la medalla Pritzker, de bronce y acompañada de 100.000 dólares? No se puede poner en duda el talento y nivel de las interesantes obras de los arquitectos galardonados, K. Sejima y R. Nishizawa, de la firma SANAA: los aspectos predominantes de su arquitectura son el estilo minimalista, pero en especial sobresalta el agudo contraste y la complementariedad con los elementos del entorno. Resulta casi esquizofrénico lo detalladas que están sus piezas arquitectónicas, pese a la ausencia de detalles perceptibles y el manejo de los materiales que le dan a las obras una tectónica casi ficticia, similar a la hiperrealidad controlada que produce los renders. Estas características hacen que sus encargos sean poderosos y fácilmente reconocibles. ¿Pero dónde quedan reflejadas las necesidades y retos urgentes de la actualidad?, ¿cuáles son las contribuciones significativas y consistentes a la humanidad y al medio ambiente que supuestamente las hacen merecedoras de este premio, más allá de las consideraciones estéticas?
    Esta situación nos hace recordar a F. Jameson cuando señalaba la falta de profundidad de la nueva cultura de la imagen de la postmodernidad.

Monumento a qué

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NO HAY DUDAS, eso de inventarse monumentos es tan viejo como la especie humana. Escarbar en el pasado del hombre es una aventura que los entendidos asocian con el encuentro de esos datos de cultura y sociedad cosificados en símbolos, creencias y, por supuesto, lugares, casi nunca exentos de la peculiaridad de parecer un monumento. Así, los sabedores de estos temas nos han enseñado que el monumento surge de la necesidad de “significar” los objetos, los lugares o las cosas para darles trascendencia, transmutarlos en mensaje o, simplemente, asignarles valor poético para “representar” algo que va más allá del objeto mismo.
    Toda esta divagación viene a cuento por la reciente instalación de una pieza denominada “Monumento al Bicentenario del 19 de Abril”, en la esquina de San Jacinto, en Caracas. Hasta la instalación del referido objeto, la esquina de San Jacinto era uno de esos escasos lugares públicos despejados del casco, cuyo resguardo patrimonial se asumía estricto y celoso dada su vecindad con la Casa Natal de El Libertador. Sin embargo, por lo visto, el espíritu de los nuevos tiempos violenta sin piedad las convicciones del pasado; incluso, cuidado si fue precisamente por esa razón —digo, la cercanía al alma mater del culto bolivariano— que se eligió este lugar para tal cometido.
    Pero aterrizando en el asunto de su valoración monumental, en el centro de Caracas los involucrados no terminan por ponerse de acuerdo. Por una parte, el Ministro para la Cultura en funciones recurre a su vena poética para explicarnos los significados implícitos en el objeto: que si las franjas de colores representan por superposición las épocas de oprobio y de honra de nuestra historia patria, que si está inspirada en Carlos Raúl Villanueva (¿?), o que expresa “el triunfo de la Revolución Bolivariana y del Poder Popular del pueblo venezolano”. Por otro lado, Lucas Pou, su autor, expone una versión propia que no secunda precisamente lo afirmado por el Ministro: “esta obra no se trata de un obelisco ni de un monumento alegórico […] sino de una especie de faro de luz con una proyección al infinito”. Si a estas alturas del cuento todavía recuerdan que el monumento está dedicado al 19 de abril, tenemos derecho a preguntarnos qué tiene que ver esta fecha con lo que dicen los actores de la puesta en escena.
    Un monumento no “se significa” por voluntad personal: su significado es asignado por el colectivo. No vaya a ser que en una ciudad que tan poco recibe de quienes la gobiernan ocurra lo que pasó con las estatuas de Guzmán Blanco, aquellas llamadas por el pueblo “El Saludante” y “El Mangazón”, que se convirtieron en verdaderos símbolos el día en que fueron derribadas porque El Ilustre Americano ya no mandaba más.