lunes, 21 de junio de 2010

Monumento a qué

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NO HAY DUDAS, eso de inventarse monumentos es tan viejo como la especie humana. Escarbar en el pasado del hombre es una aventura que los entendidos asocian con el encuentro de esos datos de cultura y sociedad cosificados en símbolos, creencias y, por supuesto, lugares, casi nunca exentos de la peculiaridad de parecer un monumento. Así, los sabedores de estos temas nos han enseñado que el monumento surge de la necesidad de “significar” los objetos, los lugares o las cosas para darles trascendencia, transmutarlos en mensaje o, simplemente, asignarles valor poético para “representar” algo que va más allá del objeto mismo.
    Toda esta divagación viene a cuento por la reciente instalación de una pieza denominada “Monumento al Bicentenario del 19 de Abril”, en la esquina de San Jacinto, en Caracas. Hasta la instalación del referido objeto, la esquina de San Jacinto era uno de esos escasos lugares públicos despejados del casco, cuyo resguardo patrimonial se asumía estricto y celoso dada su vecindad con la Casa Natal de El Libertador. Sin embargo, por lo visto, el espíritu de los nuevos tiempos violenta sin piedad las convicciones del pasado; incluso, cuidado si fue precisamente por esa razón —digo, la cercanía al alma mater del culto bolivariano— que se eligió este lugar para tal cometido.
    Pero aterrizando en el asunto de su valoración monumental, en el centro de Caracas los involucrados no terminan por ponerse de acuerdo. Por una parte, el Ministro para la Cultura en funciones recurre a su vena poética para explicarnos los significados implícitos en el objeto: que si las franjas de colores representan por superposición las épocas de oprobio y de honra de nuestra historia patria, que si está inspirada en Carlos Raúl Villanueva (¿?), o que expresa “el triunfo de la Revolución Bolivariana y del Poder Popular del pueblo venezolano”. Por otro lado, Lucas Pou, su autor, expone una versión propia que no secunda precisamente lo afirmado por el Ministro: “esta obra no se trata de un obelisco ni de un monumento alegórico […] sino de una especie de faro de luz con una proyección al infinito”. Si a estas alturas del cuento todavía recuerdan que el monumento está dedicado al 19 de abril, tenemos derecho a preguntarnos qué tiene que ver esta fecha con lo que dicen los actores de la puesta en escena.
    Un monumento no “se significa” por voluntad personal: su significado es asignado por el colectivo. No vaya a ser que en una ciudad que tan poco recibe de quienes la gobiernan ocurra lo que pasó con las estatuas de Guzmán Blanco, aquellas llamadas por el pueblo “El Saludante” y “El Mangazón”, que se convirtieron en verdaderos símbolos el día en que fueron derribadas porque El Ilustre Americano ya no mandaba más.

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