viernes, 27 de abril de 2012

La Caracas lúdica del siglo XVIII

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EN CONTRASTE CON LA PERCEPCIÓN DE ARÍSTIDES ROJAS sobre Caracas y su mimetismo conventual, la investigación histórica ha permitido conocer un aspecto más mundano de esta ciudad en el siglo XVIII, caracterizado por la existencia de ciertas actividades lúdicas, efectuadas tanto en espacios públicos como en recintos privados, que nos acercan más a lo que habría sido su verdadera cotidianidad. 
    Así, las autoridades militares y religiosas proveían a la población de los principales ratos de esparcimiento, al hacer uso de calles y plazas para efectuar actos festivos ligados a monarcas terrenales o celestiales, engalanando la ciudad con tapices, cintas, tablados o arcos; esto implicaba un trajín animado de carpinteros, pintores y escultores abocados al ritual escenográfico. 
    Otro tipo de actividad de esparcimiento, realizada por unos pocos habitantes, fue el juego de pelota vasca, que implicó, por ejemplo, la colocación de barricadas en ciertas calles, obstruyendo el paso de peatones, o el deterioro de los techos de las casas vecinas con las pelotas. Estos hechos cuestionables, no obstante, no apaciguaron los ímpetus de unos jugadores que defendían la práctica del deporte bajo el supuesto de que los alejaba de ocupaciones menos virtuosas. 
    En el caso de las distracciones que requerían de edificaciones específicas para efectuarse, en Caracas destacaron sólo el Corral de comedias y el ruedo de toros de San Juan, construidos como volúmenes edificatorios de alturas equivalentes a dos pisos, y en los que la presencia de un elemento como la madera, y una lectura austera desde el punto de vista de sus detalles decorativos, fueron parte de sus características principales. 
    Actividades lúdicas como los billares y juegos de azar, prohibidas por todas las autoridades, ocuparon viviendas en cuyo interior funcionaban de forma subrepticia, al amparo de lo privado, como también lo hicieron los burdeles. Lo cierto es que todas estas prácticas, en su conjunto, reflejan parte del quehacer cotidiano de una época signada por las prohibiciones de todo tipo, pero también por las suspicacias y transgresiones de lo establecido, ya que algunos de los habitantes de la ciudad, a la par que disfrutaban de las festividades permitidas, no dudaban en dedicarse también a las vedadas, protegiéndose del entorno acusador ante la paz y el anonimato, de los recintos domésticos.

1 comentario:

  1. Rosario Salazar es, por mucho, una de las mejores profesoras investigadoras de la FAU.

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