jueves, 2 de agosto de 2018

Exposición Caracas en tres tiempos




Aunque comúnmente asociamos la inequidad con la distribución de ingresos y oportunidades económicas, también está estrechamente asociada con diferencias en el territorio. Los asentamientos informales producen inequidad al estructurar y perpetuar condiciones urbanas de exclusión y diferencia. Transporte urbano, servicios públicos, educación y capacitación son categóricamente distintas para personas que viven en un asentamiento informal y para aquellos que viven en los segmentos planificados de la ciudad. La densidad poblacional dentro de los barrios es entre tres y cuatro veces mayor a la de sus vecinos formales, sin ser compensado por mayores dotaciones de espacio público.[1] (fig 1) Ese limitado acceso a oportunidades repite ciclos de pobreza y crea un terreno fértil para la delincuencia y el crimen. 

La inequidad territorial es ubicua y afecta a una porción significativa de la población mundial. Los asentamientos informales son endémicos de los centros urbanos en países emergentes, donde reside la mayoría de las personas en el mundo.[2] A veces, hasta la mitad de los ciudadanos, como en el caso de Caracas, viven en asentamientos informales,[3] mientras que en algunas ciudades africanas la proporción asciende a 80%.[4] Según las Naciones Unidas desde el 2003 una sexta parte de la población, es decir un billón de personas, viven en asentamientos informales y se estima que el número se duplicará para el año 2030.[5] La dimensión de esta cifra debería suscitar un cambio en la aproximación a este tema por parte de toda la ciudadanía. Por ejemplo, es perentorio entender que la vivienda autoconstruida ha sido una respuesta a la demanda habitacional. Sus limitaciones yacen en los aspectos que excluyen a los habitantes de asentamientos informales de las dinámicas urbanas. Y estos aspectos excluyentes existen no solo en el territorio, sino también en las mismas políticas públicas que se diseñan como respuesta. 

Históricamente, el discurso de la arquitectura moderna y el diseño urbano ante la inequidad social se han enfocado en la vivienda social. Aunque se trata de una aproximación bien intencionada, por sí sola no desdibuja diferencias urbanas. Lo crucial en la reducción de la inequidad es el grado de integración que se logra forjar entre segmentos sociales diversos, y esto depende de un conjunto de factores que incluyen cercanía geográfica, el acceso a equipamientos y la oferta variada de oportunidades para los ciudadanos. Por ello, luego de casi un siglo de producción de vivienda social, tanto en América Latina como en el resto del mundo, no hemos visto significativos avances en la disminución de la inequidad urbana. 

Jordi Borja, arquitecto catalán y experto en procesos de renovación urbana, afirma desde su experiencia que “los proyectos de vivienda y otros proyectos de infraestructura tienden a enfocarse en un sector particular sin mantener una visión urbana holística; se le da prioridad a la pavimentación de calles y vivienda”.[6] Las autoridades locales constantemente confunden el urbanismo con la vivienda y obras públicas. Además de ser una visión incompleta, el simple hecho de que económicamente no es una respuesta viable para atender la magnitud de personas viviendo en comunidades espontáneas, debería ser suficiente para desencantarse. Una nueva vivienda no mitiga la exclusión urbana ni representa una oferta pertinente para las personas viviendo en barrios; es más bien una evasión o negación del hecho urbano. El cambio comienza aceptando que la vivienda autoconstruida es parte de la ciudad y que los recursos típicamente invertidos en nueva vivienda podrían ser dirigidos a estrategias que integran los asentamientos informales existentes a la dinámica urbana. 

Tres décadas de experiencia en proyectos de mejoramiento de barrios en América Latina ponen en evidencia cuales han sido las aproximaciones más exitosas en disolver diferencias territoriales. Aunque sus enfoques varían, un elemento constante es que los proyectos que incluyen componentes de espacio público han tenido efectos muy notables en avanzar la integración y la equidad, como es el caso del Malecón Salado en Guayaquil, Ecuador (fig 2 y 3). Se trata de un tipo de intervención que requiere de mucha menos inversión que las aproximaciones viviendistas. Y su papel como integrador urbano va más allá de diluir límites físicos. El espacio público es un pretexto para fomentar y desarrollar la cohesión entre ciudadanos ya que ofrece un espacio no solo para el que vive en la comunidad, sino también para el foráneo. Se trata de una herramienta muy potente en la construcción de ciudad y ciudadanía. Las autoridades locales y comunidades están llamados a reconocer el valor estratégico que representa el espacio público, por su viabilidad, su bajo costo y su efectividad en abrir vasos que vinculan diversos segmentos de la ciudad. (fig 4 y 5) 



Imágenes 

1. Mapa de las densidades poblacionales en los cinco municipios de Caracas diferenciado entre CE, ciudad espontánea, y CP, ciudad planificada. Elaborado por Enlace Arquitectura 

2. Axonometría del Malecón Salado Guayaquil, Ecuador. Proyecto ejecutado por el Municipio de Guayaquil. Dibujo elaborado por Enlace Arquitectura 

3. Imagen aérea del Malecón Salado. Foto Elisa Silva 

4. Axonometría del espacio público en La Palomera que forma parte del programa Sembrando Ciudad de Fudep y Citi Venezuela. Diseño y dibujo por Enlace Arquitectura 

5. Imagen de la Plaza La Palomera. Foto de Elisa Silva. 

[1]La densidad de población en las áreas formales del Municipio Baruta es 53 hab /has, mientras que en los asentamientos espontáneos en promedio asciende a 375 hab/has. 

[2] Banco Mundial: http://data.worldbank.org Consultado el 7 de enero 7, 2018. 

[3] Elisa Silva et al. CABA: Cartografía de los barrios de Caracas 1966-2014. (Caracas, 2015) p. 181. 

[4] Aron Maasho. Ethiopia 80% of urban population live in slums in Ethiopia. Sapa-AFP 18 de enero, 2007http://nazret.com/blog/index.php/2007/01/18/ethiopia_80_of_urban_population_live_in. Consultado el 7 de enero de 2018. 

[5] United Nations Population Fund: http://www.unfpa.org/urbanization. Consultado el 7 de enero de 2018. 

[6] Jordi Borja and Z. Muxi. El espacio público: Ciudad y ciudadanía. (Barcelona, 2003).

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