martes, 5 de abril de 2011

El caso Medellín (II)


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II. AYER MEDELLÍN. HOY MONTERREY. MAÑANA, LO MÁS SEGURO ES QUE QUIÉN SABE. Puede decirse que el éxito de la experiencia de Medellín radica en el encuentro de voluntad política, una gestión eficiente y la capacidad de planificar comprendiendo la realidad y consciente de los problemas de la ciudad y de sus habitantes. Pero, ¿se puede hablar de ciudades “exitosas”? Es una pregunta difícil de responder, sobre todo en Latinoamérica, donde el 30% de la población vive en asentamientos informales, y cuyas ciudades esperan absorber para el 2030 el 80% de la población total. Además, donde los índices de inequidad social, violencia y segregación pertenecen a los más altos del planeta, particularmente en Colombia donde el cataclismo político que siguió al asesinato de Gaitán, el narcotráfico y el paramilitarismo han dejado enormes heridas sociales. Los que tengan algo de memoria recordarán los episodios de violencia ocurridos en Cali o Medellín en las décadas de los 80 y 90, cuyo saldo en las ciudades fue desinversión, ineficiencia en los servicios, abandono del espacio público por la inseguridad, segregación social, guetos, anarquía...
    Ya conocemos el desenlace: Bogotá, Medellín y otras ciudades colombianas obraron el milagro de ganarle a la violencia, desarrollar un modelo eficaz de planificación y gestión urbana, y mostrarle a la industria cultural un sobresaliente portafolio de buena arquitectura.
    Sin hablar del retocado happy ending —y, sobre todo, de nuestra supina ignorancia de la historia política de Colombia—, situemos la reflexión en otro ámbito: el temporal. Un amigo emigrado a Chile hace algunos años comparaba el estado actual de Caracas con el de Santiago hace treinta años —y viceversa—, por lo que recomendaba a los chilenos más jóvenes que viajaran a Caracas… ¡para ver cómo sería su ciudad en el futuro! Dejando a un lado el sarcasmo, un hecho resulta cierto: tendemos a valorar los aciertos de experiencias urbanas, olvidando el carácter a veces fenoménico y transitorio de algunos de estos procesos.
    ¿Me creerá alguien si le digo que hace pocas décadas Monterrey era un modelo a seguir por las transformaciones urbanas y la calidad de su producción arquitectónica? Pues, hoy en día, Monterrey es lo que Medellín hace veinte años. Al parecer, el fenómeno de la deslocalización es común a las transnacionales y al crimen organizado.
    ¿Quién ha caminado recientemente por la ampliación olímpica de Barcelona, o por la Expo de Sevilla? El fantasma de la crisis recorre Europa… para no olvidar a Eco, somos —más que nunca—apocalípticos e integrados. Dirían los nostálgicos: “al menos quedan las fotos”.

 Ver: El caso Medellín (I)

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