lunes, 25 de abril de 2011

Fragmentos de: Espacio basura. Rem Koolhaas. Premio Pritzker año 2000



El “espacio basura” es la suma total de nuestro éxito actual; hemos construido más que todas las generaciones anteriores juntas, pero en cierto modo no se nos recordará a esa misma escala. Nosotros no dejamos pirámides. Conforme al nuevo evangelio de la fealdad, hay más “espacio basura” en construcción en el siglo XXI que lo que ha sobrevivido del siglo XX… Fue una equivocación inventar la arquitectura moderna para el siglo XX. La arquitectura desapareció en el siglo XX; hemos estado leyendo una nota a pie de página con microscopio, esperando que se convirtiese en una novela; nuestra preocupación por las masas nos ha impedido ver la “arquitectura de las personas”.

La continuidad es la esencia del “espacio basura”; éste aprovecha cualquier invento que permita la expansión, despliega una infraestructura de no interrupción: escaleras mecánicas, aire acondicionado, aspersores, barreras contraincendios, cortinas de aire caliente… El “espacio basura” está sellado, se mantiene unido no por la estructura, sino por la piel, como una burbuja.

El aire acondicionado ha lanzado el edificio sin fin. Si la arquitectura separa los edificios, el aire acondicionado los une. El aire acondicionado ha impuesto regímenes mutantes de organización y coexistencia que la arquitectura ya no puede seguir. Un solo centro comercial es ahora el trabajo de generaciones de planificadores de espacios, técnicos de reparaciones y montadores, como en la edad media; el aire acondicionado mantiene nuestras catedrales (todos los arquitectos pueden estar trabajando en el mismo edificio sin darse cuenta…)

La iconografía del “espacio basura” es 13% Roma, 8% Bauhaus y 7% Disney (casi empatados), 3% art nouveau, seguido de cerca por el estilo maya… El “espacio basura” es un ámbito de orden fingido y simulado, un reino de transformación morfológica… Los trazados implican una repetición o, en última instancia, unas reglas descifrables; el “espacio basura” está más allá de la medida, más allá del código… Como no puede captarse, el “espacio basura” no puede recordarse.

El neón significa tanto lo viejo como lo nuevo; los interiores hacen referencia a la edad de piedra y a la era del espacio al mismo tiempo. Igual que el virus desactivado de una inoculación, la arquitectura moderna sigue siendo esencial, pero sólo en su manifestación más estéril, la high tech (¡que parecía muerta hace sólo una década!); ésta deja a la vista lo que las generaciones anteriores mantenían en secreto: las estructuras surgen como los muelles de un colchón; las escaleras de emergencia cuelgan en un didáctico trapecio; las sondas atraviesan el espacio para proporcionar fatigosamente lo que de hecho es omnipresente, el aire libre; hectáreas de vidrio cuelgan de una telaraña de cables; pieles tersamente estiradas encierran débiles fiascos. La transparencia sólo revela todo aquello en lo que no podemos tomar parte.

El “espacio basura” se despoja de la arquitectura igual que un reptil muda de piel, y renace cada lunes por la mañana. En la construcción anterior, la materialidad se basaba en un estado final que sólo podía modificarse a costa de una destrucción parcial. En el mismo momento en que nuestra cultura ha abandonado la repetición y la regularidad como algo represivo, los materiales de construcción se han vuelto cada vez más modulares, unitarios y estandarizados; la materia viene predigitalizada…


Koolhaas, R. 2007. Espacio basura. Barcelona: Gustavo Gilli.

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