miércoles, 12 de diciembre de 2012

El monólogo del Hortus botanicus en nuestra ciudad

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Glenda Yépez

Hortus botanicus, o lo que comúnmente conocemos como Jardín botánico, es un espacio verde donde se recrean los ambientes tropicales y la biodiversidad vegetal, que dibuja alguna exuberancia o belleza especial. Un jardín botánico forma parte del desarrollo cultural de una ciudad, y su sensación de calma oculta ánimos de intensa exploración.
    Una manera que tiene una ciudad de hacerse gala es a través de su hermoso jardín, lo vemos en São Paulo, cuyo visitante consigue percibir un paisaje estupendamente recreado y protegido. Más allá, tenemos el Kew de Inglaterra, Patrimonio de la Humanidad (UNESCO), donde lo verde dialoga con esculturas de Moore y entre pabellones que promueven prácticas estéticas y sustentables. Y no tan lejos el Jardín Botánico de Medellín, que exhibe una joya arquitectónica, el “Orquideorama” con las señas de identidad que ahora vende esa ciudad.
    Hay que pasearse por diversos jardines botánicos para entender que estos lugares contienen una extradimensión, que para el caso de nuestra ciudad Caracas se observa semidormida, y si curioseamos la intimidad de su gran jardín, podemos encontrar importantes halos de historia y trazos de vida que se fraternizan silenciosamente ante el muro del olvido que ha implantado la mismísima ciudad y sus habitantes.
    Hoy, nuestro jardín botánico es una pieza dramática para los que conviven allí, sus fieles visitantes, investigadores, educadores, profesionales y técnicos, creyentes de que él sí forma parte de nuestra calidad ambiental y de vida y cuya presión del mundo real todavía no enceguece sus ideales o deseos de crecer aunque sea en complicidad.
    No es discutible el testimonio material de nuestro jardín, su nutrida exhibición de especies vegetales, una importante memoria en la Biblioteca Henri Pittier y el Herbario Nacional. En el edificio sede del Instituto Botánico, obra de Villanueva, se conjuga el arte de Francisco Narváez y W. Lam. Una laguna, llamada Venezuela, que resguarda hermosos lirios de agua y entre todo este recorrido se evidencia otra palma de Ceilán que alguna nueva generación volverá a ver florecer. En voz alta el gran jardín solicita ser el patrimonio protegido que una vez se decretó, cuando parecía existir mayor voluntad creadora y el ánimo de conservar lo creado. La escena del Jardín Botánico de Caracas se muestra a quien lo visita, aún se percibe el discurso ofrecido por su fundador, el Dr. Tobías Laser y el de su colaborador principal, un lujo de jardinero suizo, August Braun. Entonces, cuéntanos Caracas, ¿qué esperas para engalanarte con este gran lugar?

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